El galacho del Burgo de Ebro se sitúa en el término municipal de El Burgo de Ebro (provincia de Zaragoza). Se encuentra en el tramo medio del valle del Ebro, a unos 14 km de la ciudad de Zaragoza. Junto a los galachos de La Alfranca y La Cartuja forma la reserva natural dirigida de los Sotos y Galachos del Ebro.
Estas zonas están declaradas como Z.E.P.A. (Zonas de Especial Protección para las Aves) dentro de la Red Natural de Aragón.
Fue declarado Reserva Natural en 1991 (bajo el nombre de reserva natural de los Galachos de La Alfranca de Pastriz, La Cartuja y El Burgo de Ebro) por su interés para la conservación de aves (especialmente de martinete), lo que llevó a su proposición y declaración como ZEPA.
Su declaración como Reserva Natural frenó las roturaciones y extracciones de áridos que hacían peligrar este espacio. Sin embargo, su ubicación en las cercanías de un área fuertemente industrializada y a escasos kilómetros de la ciudad de Zaragoza la hace susceptible de sufrir afecciones que pueden alterar sus frágiles ecosistemas. La introducción del galápago de Florida podría llegar a convertirse en un serio problema para las poblaciones de galápago leproso y galápago europeo.
Los «galachos» (meandros abandonados del río Ebro), se sitúan en la zona central de la depresión, y son producto del típico modelado de los ríos meandriformes que divagan sobre la llanura aluvial, con fuertes oscilaciones de caudal y de carga.
Estos ecosistemas de ribera, donde destacan los sotos y zonas húmedas, albergan una importante colonia de garzas y concentraciones invernales de anátidas y paseriformes. Constituyen una estación modélica para el estudio del dinamismo de la vegetación asentada sobre un medio sometido a fuertes fluctuaciones de carácter periódico.
Estos galachos pertenecen al mismo acuífero fluvial que el galacho de Juslibol y forman parte del conjunto de surgencias de aguas del Ebro que formó las balsas de Larralde, del Ojo del Cura, y del Ojo del Fraile.
Esas lagunas son restos supervivientes de un antiguo conjunto de lagunas que fueron soterradas, como las desaparecidas «balsas de Ebro viejo». Son originadas por el acuífero fluvial que hace que el agua circule por el terreno, emergiendo donde el suelo queda por debajo de su nivel freático. Las balsas son formadas por el hundimiento del terreno debido a que los yesos del subsuelo se disuelven por las aguas subterráneas y acaban desplomándose formando simas o dolinas que cuando aflora agua se les llama popularmente «Ojos».